Podemos discutir si la sequía que sufrimos es un efecto del descontrolado cambio climático o si se trata de los ciclos que actúan en el mundo desde que este es mundo, pero eso no hace que la realidad sea otra. Que la falta de lluvia esta transformando a marchas forzadas nuestra manera de relacionarnos con la naturaleza y, sin duda alguna, la jardinería debe responder a estas tendencias ya que debe ser el fiel reflejo de los ocupantes de un hábitat. Me es completamente imposible imaginar una pareja reciclando, yendo en bicicleta o regulando la temperatura interior de su vivienda para evitar el derroche de energía y a la vez con 200 mts2 de césped a pleno sol. Y es por esto, porque todos tratamos de ser consecuentes, a pesar de nuestras contradicciones, por lo que tarde o temprano nos preguntamos: ¿Cómo me representa mi jardín?
El jardín mediterráneo, es una de las opciones más demandadas por usuarios que, en esta zona climatológica, quieren tener un entorno natural respetuoso y sostenible. Para poderlo adaptar perfectamente a la climatología del lugar, lo más idóneo es escoger las plantas autóctonas, es decir, las que crecen de forma natural en el terreno. Para llevar esto a cabo, la posibilidad más óptima es el uso de la xerojardinería como base para el desarrollo del mismo. Xerojardinería, término adaptado del anglosajón xeriscape, procedente del griego xeros (seco) y del inglés landscape (paisaje), y define un modelo de paisajismo que consiste en el uso racional de las plantas según sus necesidades hídricas, el uso de plantas xerófilas (especies vegetales con bajo consumo hídrico) y el empleo de técnicas y materiales encaminados al ahorro de agua (áridos de jardinería aplicados).
Este concepto fue acuñado a principios de los años 80, que, tras unas graves sequías en el Oeste de los Estados Unidos, se puso de manifiesto la necesidad de construir jardines de bajo consumo de agua, formulándose unos principios de diseño y concepción. La jardinería, que siempre constituye el principal afectado por las restricciones de agua, debía adaptarse a las nuevas necesidades o bien resignarse a una pérdida de calidad paisajística. Con este objetivo, el de transformar un reto en algo nuevo y excitante, nace en 1986 el National Xeriscape Council, organización no lucrativa, que estableció los siete principios fundamentales de la Xerojardinería: Planificación y diseño adecuado, análisis del suelo, selección adecuada de plantas, practicidad en las zonas de césped, sistemas eficientes de riego, uso de mulching o acolchados y mantenimiento adecuado.
La planificación se hace creando tres tipos de zonas dependiendo del tipo de riego que aplicaremos a las especies, sin olvidar que el más extenso debe ser el de secano sin por ello renunciar a zonas de riego moderado y algunas de alto consumo de agua, aunque debemos limitarlas al máximo. También hemos de evitar las grandes extensiones de césped, pues requirieren permanentes mantenimientos y demandan importantes cantidades de agua. Los detalles que hay que estudiar al máximo son el clima de la zona, la disponibilidad de agua, las características del suelo (textura y estructura), la vegetación circundante, la orientación del terreno, la dirección de vientos dominantes. Ante las dudas, debemos preguntarnos como lo haría la naturaleza y si permitiría que esta especie se instalase aquí, esto si olvidar que es sabia pero caprichosa, por eso nunca deja de sorprendernos.
Lo siguiente que debemos hacer es determinar si el suelo es arenoso, arcilloso, si tiene un buen drenaje e incluso si está bien compensado de materia orgánica. Con este análisis será fácil corregir los excesos. Los suelos arcillosos no dejan penetrar el agua y los demasiado drenados son poco eficientes, puesto que pierden mucha agua con rapidez. Aprovechar al máximo el agua de la lluvia es el verdadero reto, posible gracias a unas substancias que la retienen como los polímeros o los hidrogeles, que consiguen absorber una gran cantidad de agua puesto que pueden multiplicar hasta cuatrocientas veces su peso.
En la elección de la vegetación, aunque nuestra primera opción siempre deben ser las especies que están presentes en la zona de forma natural o adaptadas hace muchos años, también podemos escoger entre una cantidad inmensa de plantas de climas mediterráneos por lo que, además de las autóctonas del Mediterráneo, podemos usar las de Chile Central, el Cabo en Sudáfrica, el sur de Australia y las de California. Además de éstas, las plantas crasas, con muy pocas necesidades hídricas, acostumbran a colarse en cualquier xerojardín. La vegetación propia de estos climas cuenta con especies preparadas para el aprovechamiento máximo del agua como arbustos de hoja perenne y plantas con hojas reducidas, cutículas céreas, presencia de tomento o escamas y en casos extremos presencia de espinas, órganos reservorios de agua, ausencia o transformación de las hojas y sistemas radiculares muy potentes.
Otra de las particularidades de este tipo de jardín, es el acolchado (mulching), que se puede hacer con diversos materiales, desde paja hasta corteza de pino y nos permite rellenar espacios sin el uso de césped u otras especies que requieran un alto consumo hídrico, a la vez que evitan que el agua se evapore, que broten malas hierbas. Una muy buena opción es la decoración con piedras y bolos combinados con traviesas o tablas de madera, pues no necesita casi mantenimiento y se pueden conseguir espacios llenos de personalidad.
La manera de mantener óptimo el jardín también es clave en la xerojardinería. Evitando la aparición de plagas, previniendo y reforzando las especies, éstas pueden luchar de una manera muy respetuosa con el medio ambiente, como con la Endoterapia vegetal que en Botanicum aplicamos. Por otro lado, no debemos confundir natural con descuidado, si lo hemos planificado y diseñado correctamente, seguro que podemos conseguir tener un bajo mantenimiento a nivel de podas y recortes. A pesar de esto, las actuaciones que si sean necesarias, debemos acometerlas en su momento correcto, ya que, si las desatendemos, podemos romper ese precioso equilibrio que es el ecosistema particular del exterior de nuestra vivienda.
La textura y forma de las plantas es uno de los elementos que más debemos tener en cuenta en la composición final. Jugar con los contrastes dependiendo del resultado deseado es algo que queda entre el cliente y el paisajista, creando así un entorno singular, quizás el único que diferenciará una hilera de casas unifamiliares. Será nuestra tarjeta de presentación personal.
Aunque realmente percibimos colores, formas y texturas al mismo tiempo, son los colores los que más pueden afectar nuestro estado de humor e incluso nuestros sentimientos, tranquilizando o excitando nuestras emociones. El color puro es una ilusión, ya que su percepción varía a lo largo del día, como a través del cambio de estación, con el ángulo de incidencia de los rayos solares crean sombras que evocan volúmenes fantásticos. En el caso de un jardín mediterráneo esto se vuelve especialmente importante, ya que la posición del sol debe convertirse en el dictador implacable que marque su distribución. Aprovechar todos estos recursos es una experiencia altamente eficaz para dejarse sorprender por la naturaleza un domingo de invierno a primera hora de la mañana o en un atardecer de verano a la vuelta del trabajo.