El jardín comestible
Los habitantes del Al Ándalus heredaron de sus antepasados de Oriente que los jardines no han de tener solamente valor estético y olfativo, si no que también podían ser una inagotable fuente de aromas y sabores. Incorporando gran cantidad de especies botánicas nuevas y con un innovador sistema de riego y aprovechamiento del agua, lo que fue la mayor potencia en desarrollo científico del momento, inició una auténtica revolución verde que ha supuesto el avance más importante en el mundo de la botánica que se conoce hasta nuestros días.
Ahora, no solamente continuamos usando muchas de las tecnologías que nos dejaron, si no que la menguante calidad en los productos vegetales hace que cada vez sean más los que optan por cultivar sus propios alimentos en jardines y terrazas.
Pero esto no tiene por que ir en contra de la estética, más bien todo lo contrario, ya que hay gran cantidad de árboles y plantas que pueden tener un espacio privilegiado en todas las casas aportando una enorme riqueza en colores, olores y texturas. Los poco entendidos, pueden empezar por los árboles frutales como la higuera (Ficus carica), el cerezo (Prunus avium) o el almendro (Prunus amygdalus) que son muy decorativos, proporcionan buena sombra y no requieren de un cuidado muy especial. Y aunque es de más difícil cultivo, el árbol del aguacate (Persea gratissima) nos puede dar muchos frutos ricos en grasa vegetal insaturada, muy saludable y sin colesterol. El paso siguiente es ubicar trepadoras que además de cubrir un muro o hacer de barrera visual con los vecinos curiosos, también nos proporcionen frutos comestibles como por ejemplo la viña, pero hay muchas más como la Actinidia chinensis que produce los kiwis o la Passiflora edulis con sus exóticos maracuyás.
Las especias y las plantas medicinales ya se encuentran en muchos de nuestros jardines. Sean el orégano (Origanum vulgare), la albahaca (Ocimum basilicum), la menta (Mentha x piperita) o la camomila (Chamaemelum nobile) peden ubicarse en tiestos o parterres para ayudarnos en la preparación de muchos platos o sencillamente a que nos sintamos mejor.
Pero sin duda el tesoro del que más se enorgullecen los que pueden disfrutarlas, son las hortalizas, que al igual que cualquier otra planta de temporada, deben cultivarse en una estación concreta del año y por ello sus cuidados y mantenimiento precisan de mayor dedicación. A pesar de esto, quien puede negar el intenso placer que produce degustar un tomate con sabor a tomate (Lycopersicum esculentum) recién recogido de la mata para cenar, u ofrecer a nuestros invitados crujientes pimientos (Capsicum annuum), judías verdes (Phaseolus vulgaris), zanahorias (Daucus carota), pepinos (Cucumis sativus) o calabacines (Cucurbita pepo).
En lo que tenemos que prestar especial atención es en el diseño y la ubicación de todos estos elementos, por ejemplo, las acelgas con pencas de colores (Beta vulgaris), las escarolas (Cichorium endivia), las coliflores o las coles (Brassica oleracea) combinarán muy bien en parterres de flores, ya que con sus vistosos colores y texturas enriquecerán la estética de un jardín dotándolo de una originalidad única. O las alcachofas (Cynara scolymus) estarán muy bien al lado de lavanda (Lavanda angustifolia), que las protegerá de los insectos que las atacan. Las calabazas (Cucurbita maxima) con sus enormes frutos naranjas se convierten en espléndidos elementos decorativos. La selección ha de ser la adecuada dependiendo del tamaño y de sus colores, tanto de tallo y hojas como de flores y frutos. Siempre sorprenderá encontrar un jardín con flores rojas contrastadas con unas tomateras que crecen por detrás agarrándose con un hilo a un soporte metálico, con la mata verde y salpicadas de suculentos tomates rojos. Hay que tener muy en cuenta, además del tiempo de plantación, que estén resguardadas de corrientes de aire así como los suelos poco profundos o que se encharquen con facilidad.
Comer algo que hemos mimado con nuestras propias manos es una experiencia que quien la prueba ya no puede prescindir de ella, y es que lo que resulta difícil de entender es que cultiven frutas y verduras a mucha distancia de nuestras casas, las recojan aún verdes, las metan en cámaras y viajen miles de kilómetros gastando combustible y contaminando nuestro aire para al fin llegar a nuestros estómagos sin pena ni gloria.